Yo, Arem Holf, me
comprometo a que todo lo narrado aquí es veraz y, si algo falta a
ello, es porque he sido víctima de un engaño o mala interpretación
de los sucesos.
Tercera jornada
Conscientes del problema que suponía
haber liberado a un cambia formas de su prisión, los cuatro norteños
—Mudo, Scalda, Elegido y yo, Arem— espoleamos a nuestros recios
corceles por las empinadas lomas de Orenheim y sus fríos caminos
hasta alcanzar Crossroads. Para quien lo desconozca, Crossroads es
una ciudad rodeada de barriadas formadas con viejos carromatos
transformados en casas; esa parte de la ciudad parece temporal a
primera vista. Tras sus murallas la configuración es propia de un
centro con mucho trafico comercial.
Esta ciudad era el primer lugar grande
tras Highorn. Supusimos que el bullicio y el buen comercio
favorecerían que alguien parase para equiparse y luego pudiese pasar
desapercibido. Nos encontramos con un gran problema, pues no sabíamos
por dónde empezar; por fortuna contábamos con las habilidades de
Mudo —hasta este momento, y dada su constante reticencia a hablar,
sabíamos poco o nada de sus talentos, salvo que dedicó su juventud
a estudiar la magia— fue capaz de adivinar de algún modo arcano
cuáles serían sus primeros pasos.
A toro pasado puede parecer evidente,
pero en aquel momento no teníamos tan claras sus prioridades;
guiados por la clarividencia de Mudo, decidimos poner dirección al
mejor lupanar de todo Crossroads. A desgana oculté mi sobrevesta y
preferí montar guardia a la puerta. Haber luchado por el honor de mi
hermana y tener una madre fuerte, así como cierto orgullo de
guerrero, hacen que no me gusten las prostitutas. Por otro lado,
considero que alguien de buena familia no debe frecuentar esos
lugares; aunque lo hagan, claro.
Así fue cómo conocí a un mandingo,
que como yo montaba guardia a la puerta, un plebeyo acostumbrado a
usar un lenguaje burdo y con un abuso absoluto de la confianza en los
extraños; ignoré sus chanzas con paciencia. Desconozco lo que
sucedió allí dentro, pero en un momento se hizo llamar a un buen
numero de profesionales. Más tarde, la regente del lugar fue al
mercado a por una gran cantidad de fruta. Quiero suponer que esto
puso sobre aviso a mis compañeros, aunque me temo que fueron otros
los motivos para necesitar tal cantidad de servicios.
Tras todo esto, Scalda salió y nos
dispusimos a reunir información en otro lugar. Mientras buscábamos
alguna pista por el mercado, los ruidos de una reyerta nos
interrumpieron incluso antes de que pudiésemos iniciar nuestras
indagaciones. Corrimos hasta el lugar, donde una muchacha de apenas
dieciocho años se desangraba en el suelo. Elegido y Mudo habían
sido detenidos como presuntos responsables. Por desgracia, el golpe
que le habían asestado fue tal que para cuando logré atenderla ya
era demasiado tarde y su alma, al morir en combate, iba camino de
Valhalla.
En un primer momento sospechamos que
la joven era el cambia formas, pero el examen póstumo que realicé
lo descartaba totalmente. En este momento, y estando en el hogar de
mis dioses, resultaba evidente que Loki disfrutaba viendo cómo un
elegido de su padre se convertía en un asesino de inocentes.
Mientras velaba por el cadáver, Scalda ideó un ardid con el que
liberar a nuestros compañeros. Fue tan elegante en su ejecución y
astuto en su plan que a partir de ahora sí considero que su nombre
es relevante; Harald, así lo nombró su padre.
Pese a todo, nuestros compañeros son
gente de voluntad firme y Elegido tuvo que ser engañado para que
aceptase la libertad. Por su parte, Mudo prefirió permanecer
encarcelado. Por algún extraño motivo creía que aquel lugar le
facilitaría encontrar su libro de conjuros robado. Cuándo se lo
sustrajeron es algo que no está claro y no es relevante para lo que
viene a continuación. La noche de ese mismo día, cuando nos
disponíamos a un breve descanso antes de continuar nuestra
investigación, un grupo de ladrones vino a nuestra posada.
Heindall, siempre vigilante, hizo
nuestro sueño ligero y nuestro oído agudo. Y los sutiles pasos de
aquellos pícaros que pretendían robarnos nos pusieron sobre alerta,
por lo que pasamos a la acción. Protegí a nuestro buen posadero
mientras mis compañeros reducían en pocos latidos a los asaltantes.
Capturando a uno de ellos, Elegido —que como buen guerrero sabe
ganar una batalla sin blandir su arma— doblegó su voluntad y supo
sonsacarle quién los enviaba. Este desliz era la clave para
localizar al cambia formas.
Aquí surgió un terrible problema. El
embuste de Harald daba por muerto al cambia formas, cuando no era
así. Para cubrir su rastro, el astuto truhan se había echo pasar
por el mandingo del que hablé con anterioridad. Elegido, creyendo
compinchado con nuestro perseguido fue con toda la fuerza de quien
hace justicia, pero no era así. El mandingo resultó ser un
bailarín, de echo ni el arma con la que montaba guardia era real. No
negaré que no me pareció adecuado que la situación le recordase su
lugar, pero me vi obligado a romper mi silencio.
Hasta el momento simplemente no había
sacado de su engaño a Elegido; la premura de la situación y no ser
consultado en ningún momento me ahorraron el tener que mentir.
Cansados, regresamos a la posada, donde Elegido volvió a interrogar
al bribón que pretendió robarnos. Esta vez le sonsacó dónde
encontrar a su jefe. Planeamos el día siguiente y, en un acto de
piedad que solo un hombre de gran corazón haría —Elegido—
liberó y dio un dinero a aquel ladrón para que pudiese reencauzar
su vida. Yo, conocedor de los de su calaña, habría sido menos
generoso.
A primera hora solicité audiencia con
el jefe de la guardia de Crossroads, de nombre sir Ander. Me alegró
tratar con un igual; la conversación fue rápida y razonable. Sin
perder el tiempo en pormenores se puso bajo mi custodia a Mudo. Como
muestra de agradecimiento hice un pequeño donativo, algo simbólico,
para que la guardia pudiese renovar su equipo. Como ya he dicho
antes, Mudo es poco hablador y cuando habla no es para ser agradable
precisamente; había recuperado su libro y preguntó por algo que
desconocía.
En esta parte, por razones de
privacidad, no seré muy preciso, pero logramos reunirnos con el
señor del gremio de ladrones, alguien realmente profesional. Su
moral podría ser discutible, pero su ética laboral era intachable.
Sin embargo, las tensiones acumuladas se cobraron la frágil unión
entre Elegido y Mudo; jurándose enemigos irreconciliables se
separaron. Tras apañar un acuerdo con el líder gremial calló la
noche y acabamos por tener una reunión bastante tensa con el cambia
formas.
No era otra cosa que un tiflin;
astuto, eso sí, pero con demasiados lazos pendientes.
Desesperado, trató de comprarnos un
pergamino mágico que abandonó a su suerte en las ruinas élficas,
pero Harald nos había advertido del peligro que suponían aquellos
pliegos así que con un hechizo lanzado al aire y una negativa en
firme la reunión acabó. Resultaba evidente que sin el pergamino se
consumiría y los pactos realizados devorarían su alma. En mi
opinión, aquella criatura era un cadáver en vida y ayudarlo a morir
poco antes no sería justo, pues su desgracia era un gran ejemplo de
lo que no debe hacerse.
Elegido había hablado con la madre de
la joven. La culpa del asesinato caía sobre sus hombros al punto de
encorvarlo y cegar su poca razón. Dispuesto a resucitarla o, al
menos, intentarlo, alquiló una carreta y se encaminó a Highorn.
Según se decía, Vultan Tumbalomas era capaz de devolver la vida a
los muertos. Pero como es evidente un desgraciado accidente no es
suficiente para que magia tan poderosa sea conjurada. Totalmente
derrotado, Elegido tomó la decisión de buscar por su cuenta una
forma de derrotar al temible dragón rojo.
Con la palabra de buscarlo si
encontraba el medio y una carta con la que mi familia le ayudaría en
una ocasión, volví a Crossroads para celebrar la cremación de la
joven. De poco sirvieron mis palabras de aliento y mis mentiras
piadosas de que la joven no deseaba volver porque ahora bebía junto
al gran padre tuerto. Antes de regresar al gremio de aventureros tuve
un encuentro con el líder gremial, menos tenso; me pareció la
persona adecuada para solventar los problemas de asaltantes en las
rutas familiares.
Entiendo que los negocios pueden
implicar mancharse las manos; tratar con esta gente no me resulta un
problema, es un sacrificio que hago por mi familia. Como cuando
juegue mi dignidad y futuro en una liza bastón en mano. Lo que me
supo mal es el egoísmo que vi en aquellos dos hombres, incapaces de
respetarse o entenderse, ya no se hable de cooperar. Entiendo que
este camino lo recorro para prepararme para ese combate a bastón,
pero veo lo lejos que se encuentran muchos de las enseñanzas de mi
patrón, Tyr, y no puedo evitar sentirme algo alicaído.
Nota: La idea original, así como los personajes que no son Arem no me pertenecen. Esto la adaptación de una partida de rol.
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