jueves, 10 de marzo de 2011

Sueño. I

Bueno, lo que voy a escribir hoy lectores es un sueño que me despertó. Como lo recuerdo y no me a dejado la cabeza tranquila lo voy a redactar y probablemente se lo ceda a alguno de mis personajes, ya me veis, plagiando a mi subconsciente.


Me encuentro en lo alto de una torre infinita de piedra negra, en una terraza a la luz de la luna en una noche sin nubes, la terraza esta rota en su extremo y yo camino desnudo hasta ella. Allí me caigo de espaldas hacía una niebla blanca y espesa. Parece algodón y apenas tengo sensación de caer.

Tras de mi se arroja al vació una hermosa (no recuerdo su cara, pero si la sensación de que lo era) mujer de cabellos oscuros con un camisón blanco, lo hace de cabeza como buscando alcanzarme en el aire.

Extiendo la mano y alcanzo la de ella, tiró para traerla hacia mi, nuestros cuerpos se pegan atrapando nuestras manos, con el otro brazo la rodeo mientras ella se me cuelga del cuello.

Me besa con fuerza mientras atravesamos la niebla en un largo instante, para entrar en una especie de cueva formada por un millar de cuerpos pálidos que se sostienen los unos a los otros formando la cúpula. Todo es oscuridad pero sin embargo sigo viendo.

Finalmente caemos empalados por una aguja de piedra donde yacen más cuerpos atravesados, no hay dolor solo un ultimo esfuerzo por colocar su pelo tras la oreja y sonreír, ella se acurruca sobre mi.


Bueno, como no se que mierdas tendría rondando por la cabeza, me dejo algo rayado por aquello de que no se a que puede venir (no un significado místico xD). Se admiten opiniones algo elaboradas.

jueves, 24 de febrero de 2011

O coitelo do principe.

Prólogo
            O texto que tes entre as mans xa ven de hai moito tempo atrás. Non é máis ca tradución dos restos dun antigo libro perdido xa nas areas do tempo. Pouco se sabe do paradoiro do autor, o cal non fai máis que escurecer o que de seguido segue. 
            Antes de comezar hase de facer unha serie de aclaracións e advertencias. Para empezar, dicir que se tratan temas moi escuros que poderán ferir a sensibilidade do lector. 
            De seguido, expoñer unha serie de notas que estaban feitas a man nunhas follas anexas ó tomo orixinal e escritas na nosa lingua, por desgraza son só anacos e parágrafos soltos:
            O rapaz, dado que aparenta ser xove, cerca dos dezaseis anos, leva xa varias noites sen probar bocado e parece enfermar máis canto maior tempo pasa a carón do lume. A súa pel, que é branca coma a neve, tórnase de cores estraños cando se lle fai entrar en calor. Os seus beizos que parecen ter un perpetuo xesto de desprezo, son negros coma a cinza, o mesmo cas súas unllas e cabelos que son longos e incribelmente lisos. A súa complexión é forte...
            …finalmente atopámolo ó carón do río, enchoupado en auga dos pes a cabeza, pero, con enerxías renovadas, os seus ollos brillaban coma os dun lobo, e o seu sorriso era estremecedor. Incluso naquel momento o desprezo seguía vixente naquela boca infame. Foi a primeira vez có oín falar, e oxalá fose a derradeira. O que falou soaba coma a peor das noticias ofendendo ós oídos de todo bo crente. O pelo erizábaseme segundo falaba, o ton tiña un algo có facía adictivo coma se quixeses escoitar ata a última blasfemia. Acercouse ó meu carón e tendeume a súa man...
            ...xa pasaran máis de seis meses, e comezaba a falar con soltura a nosa língua. Contoume que viña de moi lonxe, dun norte máis aló do que se coñece. Contoume que alí todo era moi diferente...
            ...xa o fixen, tomei a miña filla, bebín o sangue do carneiro e falei con soltura esta fermosa língua. Agora camiño ó carón do meu liberador, pero, para que os que me sigan non se perdan nesta dura viaxe, traducín esta obra que me abriu os ollos.
            Estes son os anacos que se puideron salvar do que parecía un diario enchoupado en sangue. O resto do libro sobrevivíu a un milleiro de penurias e só pode salvarse integramente un relato. O demais son anacos inconexos que falan dun reino e das súas xentes.

jueves, 17 de febrero de 2011

Beso Prohibido II

            El mecanismo chasqueó y el tambor se alineó con el cañón del arma, el hombre levantó lentamente el arma con una sola mano, buscando ofrecer sólo el perfil respecto a su objetivo. Deslizó un dedo helado sobre el gatillo y tiró lentamente de él. 
           —¿Por qué debería perdonarte?
           —Dispara, eso no cambiara nada —replicó el muchacho de cara aniñada, piel pálida y pelo negro.
            —Estás loco, te crees un demonio, pero no pienso ir a la cárcel por asesinato.
            —Entonces baja el arma.
            —Que no quiera matarte no quiere decir que te deje corretear libremente, puedes ser peligroso. Estás loco ¿Recuerdas? 
           —Comprendo... bueno, ¿puedo hacer yo una pregunta?
            —Ya la has hecho. Pero, sí, hazla.
            —¿Por qué, si no crees en estas cosas, aceptaste darme tu alma a cambio de la verdad?            —Quería comprobar como de loco estabas.

            El muchacho sonrió de lado y caminó lentamente en círculos.

            —No lo creo, estás firme, tener un arma cargada te tranquiliza. Pero me has creído.
            —¿Y qué si lo hice? —preguntó el hombre.
            —Nada... tu gusto por la violencia ya me alimentaba antes, ahora lo hará de un modo más directo.
            —Cállate anda, has estropeado la noche.

            El muchacho caminó hasta el revolver y apoyó la cabeza en el cañón.

            —Bueno, no soy yo el que ha sacado un arma —dijo el muchacho.
            —Puedo preguntar ahora yo algo.
            —Lo has afirmado, pero... pregunta —la cara aniñada mostró una sonrisa.
            —Si tan fácil te resulta tentarme o tan bien me conoces... ¿Cómo no supusiste como reaccionaría?
            —Sí —deslizó su mano sobre el cañón taponando la salida y lo apartó de su cabeza—. Dispara, no tienes que perder.

            Una fuerte deflagración resonó en la estancia. Para asombro del hombre el muchacho salturreaba en el sitio aferrándose la mano con la otra mientras le soplaba.

            —Escuece... je, je, je —luego comenzó a reírse.
            —¿Qué... qué es lo que quieres?
            —Bueno, tu alma, pero también necesito de tus contactos. Te he contado la verdad lo cual tiene el coste de tu alma, que como sabrás es energía que ya se perdía. Pero por tus contactos... ahí es donde se inicia la negociación.
            —Comprendo —atinó a decir todavía boquiabierto el hombre.
            —Este es el trato: tú te piensas que me pedirás y yo me dejo aquí una carta con el uso que voy a dar a tus contactos.

            El muchacho pronunció unas palabras y tras un destello desapareció de la estancia. El hombre se llevó la mano libre a la cabeza y entonces se percató de que tenía entre los dedos un trozo de papel.

            No debía volver a fumar tanto.

jueves, 20 de enero de 2011

Duelos I

            Los pulmones le ardían. Podía notar cada uno de sus tendones se quebraba. Tanto él como su adversario jadeaban empapados en una mezcla de sudor y sangre.


            Destinó unos segundos a mirar a su alrededor. El que hasta hacia poco había sido su Kaudillo yacía empalado por una pesada espada de dos manos. Bajo él, un general que poco había podido disfrutar de su victoria. El resto de su peña estaba muerta o se desangraba entremezclada con los marines del capitulo.

            Respecto a él mismo, tenía cortes leves en los brazos, seguramente algunos moratones en el pecho causados por la armadura que lo protegía de los disparos de los bolter, un colmillo partido y lo que parecía una llama en su pecho debía ser una costilla rota. Poca cosa.

            Su rival se había desprendido de su yelmo, tenía una ceja abierta que sangraba y lo obligaba a parpadear con frecuencia. Por lo demás solo se veían desconchones en su armadura.

            Miró su arma, ya no tenía filo y el asta rompería en un par de envites. La dejó a un lado, saqueó el escudo de un marine muerto y se irguió a la par que desenvainaba.

            —Vamoz enlatado, acabemoz con ezto.

            El hombre miró por encima de su hombro, el campo de batalla estaba cubierto por los cadáveres de ambos bandos y solo algunas escaramuzas proseguían. Nadie se llevaría una gran victoria a casa, pero no podía permitir que los pieles verdes ganasen un solo ápice de terreno. Se apoyó en su rodilla para levantarse y se lanzó contra el imponente orko.

            La carga del marine fue detenida por el escudo, la rebanadora dio un largo puntazo para ser detenida por la pechera de la armadura. Una potente patada hizo trastabillar a la mole verde, para que la pistola del marine acudiera en busca de su cabeza, el tiempo se ralentizó y el arma chasqueó descargada. Un potente tajo descendente cercenó la mano del marine y otro ascendente, sin estilo pero de gran fuerza, hundió la rebanadora en el costado del marine. 

            El dolor bloqueó al hombre y la sangre que manaba espoleó al orko. Cogió el escudo con ambas manos y golpeó repetidas veces al marine en la cabeza con su canto. Este se desplomó de espaldas sufriendo espasmos mientras una espuma escarlata manaba de su boca. Las correosas manos del orko corrieron a romper su cuello, luego recuperó su arma del costado del hombre. 

            La mole verde decapitó al general enemigo, trepó hasta lo alto de unas rocas y bramó reclamando la victoria para la horda.