jueves, 20 de enero de 2011

Duelos I

            Los pulmones le ardían. Podía notar cada uno de sus tendones se quebraba. Tanto él como su adversario jadeaban empapados en una mezcla de sudor y sangre.


            Destinó unos segundos a mirar a su alrededor. El que hasta hacia poco había sido su Kaudillo yacía empalado por una pesada espada de dos manos. Bajo él, un general que poco había podido disfrutar de su victoria. El resto de su peña estaba muerta o se desangraba entremezclada con los marines del capitulo.

            Respecto a él mismo, tenía cortes leves en los brazos, seguramente algunos moratones en el pecho causados por la armadura que lo protegía de los disparos de los bolter, un colmillo partido y lo que parecía una llama en su pecho debía ser una costilla rota. Poca cosa.

            Su rival se había desprendido de su yelmo, tenía una ceja abierta que sangraba y lo obligaba a parpadear con frecuencia. Por lo demás solo se veían desconchones en su armadura.

            Miró su arma, ya no tenía filo y el asta rompería en un par de envites. La dejó a un lado, saqueó el escudo de un marine muerto y se irguió a la par que desenvainaba.

            —Vamoz enlatado, acabemoz con ezto.

            El hombre miró por encima de su hombro, el campo de batalla estaba cubierto por los cadáveres de ambos bandos y solo algunas escaramuzas proseguían. Nadie se llevaría una gran victoria a casa, pero no podía permitir que los pieles verdes ganasen un solo ápice de terreno. Se apoyó en su rodilla para levantarse y se lanzó contra el imponente orko.

            La carga del marine fue detenida por el escudo, la rebanadora dio un largo puntazo para ser detenida por la pechera de la armadura. Una potente patada hizo trastabillar a la mole verde, para que la pistola del marine acudiera en busca de su cabeza, el tiempo se ralentizó y el arma chasqueó descargada. Un potente tajo descendente cercenó la mano del marine y otro ascendente, sin estilo pero de gran fuerza, hundió la rebanadora en el costado del marine. 

            El dolor bloqueó al hombre y la sangre que manaba espoleó al orko. Cogió el escudo con ambas manos y golpeó repetidas veces al marine en la cabeza con su canto. Este se desplomó de espaldas sufriendo espasmos mientras una espuma escarlata manaba de su boca. Las correosas manos del orko corrieron a romper su cuello, luego recuperó su arma del costado del hombre. 

            La mole verde decapitó al general enemigo, trepó hasta lo alto de unas rocas y bramó reclamando la victoria para la horda.