lunes, 2 de marzo de 2009

La herencia perdida VII

Ale más Herencia:

Día 6

Esta vez se despertó mucho mejor, con la boca pastosa y la espalda llena de arañazos. A su lado, una atractiva mujer orca dormía placidamente. Uh, mierda, no recuerdo nada, recorrió la mente del semiorco. Dejando salir un “upz” que pareció despertar a la mujer.
-Buenos días campeón, ¿has dormido bien? Porque yo he soñado con los Ángeles y con tu lengua.- dijo mientras le ofrecía sus partes más íntimas como desayuno. -Tienes razón en eso de que no tienes porque mancillarme. Pero empiezo a pensar que no estaría mal que lo hicieras.- añadió arrastrando la cabeza del semiorco a sus partes.

Grimor que no estaba dispuesto a defraudar a nadie y menos en la cama. Se dio un festín con la mujer, que lo arañó mientras gritaba de placer. Cuando hubo acabado, un sinfín de besos y abrazos lo colmaron, permitiéndole volver a dormirse muy orgulloso. Claro que inconsciente de que a las horas se le despertaría para pedirle una tercera vuelta. Lo cual estaba bien para su orgullo pero no para sus ansias de tomar algo más de la mujer.
-Ezto mira, no zé como te zonará pero… haberte hecho eso… como que… en fin, que necesito algo de reciprocidad.
-Vamos, que me vas a mancillar…
-No, pero zi uzaras, laz manoz… en fin, o algo así.
-No, no. Que me mancilles, que no te enteras.
-Yo, ezto…- dijo antes de que se le abalanzara encima y lo usara para descubrir todo lo que se suponía le estaba prohibido. Tras unas agotadoras horas la pareja cayó hecha un ovillo de abrazos y besos. No sabía muy bien de qué habían hablado y porque la mujer no quería ser mancillada. Pero con la cosa llevaban más de medio día sin salir de la cama, con un par de cabezadas, entre sesión y sesión.

Cuando el hambre superó al apetito sexual, comieron algo para reponer fuerzas, que no tardaron en volver a invertir en la pasión, pero esta vez en el suelo de la cocina. Y así siguieron durante toda la tarde. Grimor era plenamente consciente de que, tras todo eso, la mujer se quedaría encinta. O el no era descendiente de Gurzal Bloodfits de los 100 retoños… eso le acarrearía un problema. Y buena cosa, una reina orca para su reino y un heredero. Al fin y al cabo, no se veía capaz de dejar a nadie en tal situación.

Cuando, ya no pudieron más, Grimor concertó una cita para esa noche y se fue corriendo a casa de Al´elthanor Berind´duem Ortheim con la vana esperanza de que hubieran aparecido los otros dos aventureros de los que no tenía ninguna noticia desde hacía dos días. Obviamente no se preocupó de saber nada mas allá del hecho de que no habían dado síntomas de vida desde que salieron aquella noche. Lo cual implicaba que tendría que ponerse a buscarlos, haciendo que estuviese como el día que llegó a la ciudad, con parte, pero no suficiente. Ahora no le preocupaba el retraso, pero tenía entre manos algo más urgente, o al menos que no podía esperar tanto. Así que tras despedirse de su amigo, dejándole tiempo para que continuase con sus hechizos, se fue un rato antes al lugar de la cita. Estaba pletórico, rebosante de energía y absorto del mundo. Era feliz.

Cuando llegó al punto de encuentro no paró de dar vueltas por la plaza, no era muy grande y en su centro se alzaba un obelisco que durante el día debía de proyectar una sombra creando un reloj de sol. Al menos eso se deducía de los números romanos y marcas que estaban en el suelo en un enorme semicírculo. En los soportales se veía a los afanados mercaderes recoger sus mercancías para poder retirarse a dormir. Grimor había estado en ciudades como ésta que tenía una vida nocturna elevada, donde las tabernas no cerraban hasta bien entrada la noche y no había toque de queda en la mayoría de los barrios. Pero conocía lugares en los que las tiendas llegaban a no cerrar en toda la noche, el bullicio de esas ciudades era tal que las criaturas que veían bien en la oscuridad como él, acababan por perder la noción del tiempo y adquirir curiosos horarios que en muchos otros sitios serían tachados de antinaturales. Pero claro, la mitad de su ser era de una raza que habitaba en el interior de las montañas, ¿qué más daba si dormías durante las horas de día que las de noche? Sabía que para los humanos no era así, su otra mitad le hacía tender a ese punto. Pero en los últimos días, estaba viviendo más la noche que el día. Eso también repercutía en su bolsillo, no era el hombre más pobre, pero lo normal en un aventurero de su experiencia era tener como mínimo una mansión con mucho lujo. Él, sin embargo, prefirió gastarlo en ayudar a los que se cruzaban en su camino, viajes por los planos y consejos de sabios que había olvidado con el tiempo… era incorregible. Cuando tenía dinero corría a gastarlo en la primera tontería que se cruzara en su camino. Una buena causa, un capricho, una mujer en apuros. Esta última cosa había sido su mayor debilidad, nunca fue atractivo para ningún canon de belleza.

Era medio humano, pero suficientemente orco como para ser un humano fornido, aunque no lo bastante como para ser un gran orco. Así que para unos era feo y para otros normalito, cosa que tenía que suplir con su encanto personal, que tuvo que mejorar a lo largo de los años, hasta un nivel más que aceptable. Claro que eso sólo hacía que las personas que de entrada le atendieran no tardaran en ignorar su aspecto. Pero tampoco le había dado grandes éxitos amorosos, por otro lado, su mala costumbre de meterse donde no lo llaman y proteger al necesitado le había dado más éxitos que toda la hermosura que pudiera tener un apuesto elfo. Claro que si fuera un elfo seguro que no estaría en medio de esa plaza pensando en como se las apaña para ligar… así que ¿quién sabe?

Salió de su retorcida sucesión de ideas y prestó atención a lo que le rodeaba. Se había quedado solo por completo exceptuando un mercader algo retrasado en su tarea; además no parecía que alguna luz aparte de la del cielo estrellado fuera a bañar ese lugar. Su vista se había acostumbrado, pero tenía un problema, era capaz de ver con claridad en un área de diez metros, a partir de la cual veía gradualmente sombras y más sombras, pero todo eso en blanco y negro. Un mundo de colores al que estaba acostumbrado a la luz del día, se veía sumamente gris por la noche… el día nunca verá el gris de la noche… pensó. La verdad es que su capacidad para ver sin luz le había sido especialmente útil en el pasado. Recordaba una ocasión en la que guió a sus compañeros de aventuras por una intricada cueva porque no tenían otra forma mejor de iluminar el camino. También en otras ocasiones su visión en la oscuridad le había permitido ver a enemigos que confiaban en las sombras para acecharlo. La verdad es que era todo tan diferente.

El último de los mercaderes estaba apunto de recoger una caja de manzanas cuando Grimor se levantó para comprarle una. Así al menos tendría las manos ocupadas mientras seguía esperando. Frotó la manzana con su camisa hasta dejarla limpia y luego sacó su daga para cortarla lentamente en gajos, cada vez que cortaba uno lo pinchaba con la punta de la daga y lo masticaba lentamente. Ahora sí, no había mercaderes rezagados ni un alma en pena, estaba solo. Odiaba esa sensación, no tardaría en empezar a pensar en el pasado y entristecerse hasta el punto de perder las ganas por todo. Gimió y esperó con ansia la llegada de su cita. Cuando ya iba por más de la mitad de la manzana lo último que le apetecía era ver a alguien. En cuestión de minutos su alegría se amustió y pasó a una dolorosa melancolía, separó las pepitas y el rabo del resto de carne de la manzana y tiró el carozo a su espalda, mordisqueando el último pedazo con sus enormes colmillos inferiores que sobresalían de sus labios ostentosamente, se giró para encaminarse a casa… uno vez más, sólo era el amor de una noche.

Pateó una piedrecilla y comenzó a andar pesaroso fuera de allí. Cuando estaba apunto de tomar una de las calles alguien se interpuso en su camino.
-No irías a darme plantón, ¿verdad? No llego tan tarde.
-Lo ziento, ez que penzé que no ibaz a venir.
La mujer orca levantó la cabeza por el mentón de Grimor para que la mirase a los ojos, sonrió plácidamente y lo besó con pasión. Cuando se separaron:
-¿Acaso crees que me iba a desentender de alguien que a supuesto un cambio tan radical en tan poco tiempo? No, tú no te me escapas, y menos te dejo tirado.
Grimor recuperó algo el ánimo y la agarró por la cintura para que la distancia entre ambos fuese mínima al caminar. Dieron un par de vueltas por la ciudad como afirmó la mujer que le había pedido Grimor que hiciesen la noche anterior, además de enseñarle lugares de interés. Como Grimor no lo recordaba, se dejó llevar, pero el mayor problema no era eso, era el nombre de la mujer y porque supuestamente la había mancillado… ¿se referiría a que era virgen? Muy experimentada no le había parecido, pero por otro lado ya era mayor como para serlo. Claro que otro motivo fuera por una fe… él sólo sabía que no le gustaban los dioses que conocía. Parecían todos unos hipócritas pidiendo que vivieses de algún modo, pero sin dar nada a cambio, al menos a algunos, pero como también había clérigos que recibían hechizos sin tener una deidad patrona… o eso tenía entendido. Pues descartaba el detalle de que fuera algo sacado directamente de la energía divina, si no más bien, algo sacado de la fuerza de la fe.
-¿En qué piensas? Llevas un rato callado. ¿Temes que pierda poderes por haber roto mi voto de castidad?
-Humm, algo azí.
-Ya te expliqué que era hasta haber encontrado a alguien a quien no le importara mi ralea. Hasta el momento has sido el único que no me ha criticado por ser orca, o por vivir con humanos. Además, sirvo a una diosa buena.
-Zí, pero no zé.¿ Y zi te haz equivocado y te defraudo?
-¿Qué más dará eso? ya has hecho más que nadie por mi… además, como bien dijiste necesitarás una reina.
Y comenzó a reírse alegremente, miró hacia delante y tiró de él. Grimor se dejó llevar hasta un oscuro soportal donde estuvieron abrazándose un largo rato. Luego siguieron con el paseo nocturno que se dilató bastante, para finamente acabar en casa de ella donde se acostaron hasta que el cansancio y el sueño los derrotaron.


I see U in battle.
Pd: Comentar es gratis.