Bien, aquí la continuación de las andanzas de Altheniar, cuando lo aya pintado pondré alguna foto. No os olvidéis de votar al personaje favorito y de comentar.
La caza (I)
Biel-Altheniar Fuinar caminó durante varios días, sobreviviendo con las técnicas aprendidas en el templo del Escorpión, cazó, acechó y fue una sombra. A las pocas semanas ya había explorado una gran extensión de terreno. Se trataba de un bosque denso, de coníferas en pleno invierno; la nieve había comenzado a caer, tiñendo todo de un tono blanco y puro. En los largos períodos de inactividad, había eliminado hasta el último rastro de las insignias que lo ligaban a Biel-Tan, sería el vagabundo Altheniar hijo de la Luna y la Daga, ya no un Biel- Fuinar.
Según pasaban los meses, el invierno se recrudecía y el frío calaba hasta sus huesos, la soledad azotaba su mente, la melancolía lo sumía en una profunda depresión que apenas podía contrarrestar con los instintos de supervivencia. Las horas silenciosas sólo se veían interrumpidas por el gorgoteo de su estomago vacío y el lánguido lamento. Dejándose consumir por la pena olvidaba el fiero guerrero en que se había convertido, cuando lo recordaba, no tenía con quien combatir. Solo e inútil. Triste y hambriento. Autocomplaciente y decadente. No encontraba nada a lo que aferrarse para levantarse y luchar. Envuelto en esa espiral de autodestrucción dejó que pasaran las semanas, hasta que el invierno llegó a su punto más crudo.
Altheniar yacía en un camastro improvisado, dejándose consumir, cuando el sonido de una refriega lejana perturbó el silencio del bosque. Su instinto depredador saltó fuera de su letargo, como si de un resorte se tratase, Altheniar recogió sus armas, se enfundó en su armadura y se cubrió con la capa de camaleonina, que se tiñó al instante con los tonos grises de la cueva, sus pies corrieron por la nieve sin dejar rastro, su capa tornó a un blanco puro mientras ondeaba tras el guerrero. El hambre, la nostalgia, la depresión... Desaparecieron de su mente, el guerrero de Kahine de su interior tomó el control, en unos pocos minutos cubrió la distancia que lo separaba de el sonido del combate, sus ojos contemplaron la batalla, desde donde se ocultó. Un grupo de iniciadas en los espectros aullantes se enfrentaban a un numeroso contingente de guardias imperiales, ejecutaban con maestría la danza de la muerte, con cada movimiento de sus armas un mon-keigh exhalaba su último aliento, pero las superaban en número, pese a sus acrobáticos movimientos las rodeaban. Su exarca, empuñando unas espadas gemelas, segaba las vidas de quien osaba acercarse, abriéndose paso hacia el comisario que gritaba órdenes a sus hombres, mientras solicitaba refuerzos.
La Banshee gritó durante su carga, y los tímpanos del hombre sangraron, pero se sobrepuso y desenfundó presto su arma. Con unos bien medidos pasos controló la distancia y mantudo a raya a la furiosa exarca, con una encomiable destreza repelió los velocísimos ataques de la mujer, tomando lentamente el contraataque. La mujer lanzó una pareja de tajos con sus espadas que pasaron a escasos centímetros del cuello del oficial, pero el movimiento la había dejado expuesta. El hombre atrapó con su brazo libre uno de la exarca, lo retorció obligándola a hincar la rodilla en el suelo. De una patada la tuvo boca a bajo, valiéndose de su propio peso unido la cara cubierta por la máscara espectro en la nieve. Por otro lado los mon-keigh habían conseguido reducir a las iniciadas y ahora las tomaban como prisioneras. Por su parte el comisario maniató a la exarca y la obligó a mostrar el rostro.
En los ojos de la mujer ardía la ira. Eran de un precioso azul, las facciones perfectamente esculpidas de la mujer denotaban una gran fuerza, cerró por un momento los ojos para contener su furia y escupió con asco al suelo. Altheniar no había visto tal belleza en muchos meses. El hombre se agachó y susurró algo a sus delicados oídos, sus orejas acabadas en punta eran también perfectas, y una hermosísima cabellera rizada del color del cobre caía ahora sobre sus hombros. La pusieron de pie y encadenaron a las demás. Mientras, los otros soldados descubrieron los rostros de las otras mujeres, una de ellas lo debió de ver. Con un leve gesto de los ojos señaló a su arma mientras la hundía en la nieve con un movimiento de los pies, mientras sus captores recogían las armas y los cuerpos de los caídos. Al poco llegó un vehículo donde se llevaron a las prisioneras, los cuerpos de los caídos y las armas.
Cuando se hubieron ido, Altheniar caminó sobre el campo de la refriega. Arcos dibujados con sangre teñían de escarlata la blanca nieve, cientos de pasos embarraban el lugar, más charcos escarlata estaban allí donde alguien había caído; como en un macabro dibujo, estiradas agujas de sangre marcaban por donde se habían arrastrado los cuerpos de los caídos. Caminó hasta donde la orgullosa mujer había enterrado el arma, la desenterró, con un cuidadoso ritual desactivó la protección que haría detonar la empuñadura, dejó que registrase su sangre como nuevo patrón y la colgó de su cinto. Seguir el rastro no sería difícil. No le preocupaba estar solo, al menos si moría, lo haría por la espada, no por la depresión.
A las pocas horas de viaje alcanzó la base de las mon-keigh, no era muy grande pero debía de albergar al menos a treinta hombres, una valla culminada con alambre de espino marcaba el perímetro y cuatro torres con focos reforzaban la defensa. Tres grandes barracones con sendas letrinas ocupaban el este de la base, una modesta oficina ocupaba el centro, un par de cobertizos protegían los vehículos en el oeste, en el norte un pequeño barracón parecía contener a varios prisioneros, frente a la entrada en el sur una bandera ondeaba y marcaba una especie de plaza, cerca de la entrada unas casuchas parecían dar cobijo a unos perros. No sería fácil entrar sin llamar la atención. Dedicó unos minutos a estudiar el terreno, calculó el tiempo que dejaban una patrulla de la otra en los puntos ciegos y cuando hubo ideado un plan se deslizó inapercivido hasta los canales de desagüe. Podría escurrirse bajo ellos hasta los barracones y bajo éstos esperar a la noche para librar a sus hermanas.
I see U in battle
Ah, era ESTE el que estaba esperando.
ResponderEliminarNo lei el primero, pero el segundo me ha gustado. Es curioso y raro..
ResponderEliminarNunca había pensado en el punto de vista de una banshee.
ResponderEliminarEn cualquier caso, Altheniar owns...
Creo que va ganando en mi 'cojonudómetro'.
Más vale tarde que nunca, ya lo he leído. Me ha gustado, pero como no acabo de pillar lo de los mon-ke... lo que sea, tendrás que explicármelo xD
ResponderEliminarLa foto no es de esas figuritas que tienes en tu cuarto?
(te lo mando por mail ^^ perdona la tardanza)