Hola queridos lectores, aquí la tercera parte de las aventuras de Grimor, no os olvidéis de comentar si queréis. Un saludo.
Día 2
Cuando las neblinas del sueño se hicieron a un lado, Grimor se despertó en uno de los sillones de una sala muy bien tapizada, el sillón era sumamente cómodo y podría seguir durmiendo de no ser porque la chimenea que debió apagarse a lo largo de la noche y ahora la estancia se encontraba tremendamente fría. Recordaba vagamente haber bebido de más la noche anterior, sobre todo cuando un joven humano se le unió, y cuando el anfitrión se dio cuenta de que habían bebido de más, él no era menos, pese a lo modesto que era bebiendo. Luego caminaron tambaleantes hasta la casa del elfo… y bueno, el otro motivo para no poder dormirse eran los ronquidos que emitía el jovenzuelo. Supuestamente era uno de los alumnos de Al´elthanor, aunque no tenía el tipo de un mago, era alto y atlético. Y por cómo bebía, de poco control, además de un fiestero… lo cual no era malo si tu mente no almacenaba conjuros capaces de limpiar una plaza atestada de gente en segundos, pese a eso no se privó de beber una buena cantidad de cerveza y fanfarronear sobre su increíble futuro como mágico de no-sé-qué. Ahora dormía como un borracho cualquiera. Grimor, al erguirse, se esperó unas terribles náuseas, pero gracias al oro del elfo la bebida era de excelente y apenas sintió el estomago revuelto; se desperezó, recogió su capa de pieles y se cubrió con ella para entrar en calor. Finalmente tapó al muchacho para que no enfermara por el frío, tras esto salió por la puerta cerrándola tras él.
Los pasillos de la casa también estaban suntuosamente decorados y muy bien iluminados, cosa que apenas molestó al semiorco pese a la resaca; caminó por ellos, las alfombras eran suaves al tacto y daba realmente gusto caminar descalzo. Subió por unas escaleras de madera noble hasta lo que recordaba como la habitación donde dejaron a su anfitrión descansar la borrachera. Cuando abrió la puerta se encontró la sala vacía y ventilando. Al fondo del pasillo, oyó un alegre canturreo. Siguiendo este rastro entró en un despacho con un enorme ventanal, el sol lucía ya en lo alto dando a entender que el mediodía había pasado; el ventanal recorría la habitación de manera que la luz del sol siempre tenía una entrada directa. Grimor entrecerró los ojos molesto por la repentina claridad. Allí sentado en un sillón de orejas y envuelto en un delicado batín de seda roja se encontraba la esbelta figura del mago elfo, su larga y lisa melena recién lavada y perfumada se recogía en una coleta que caía sobre uno de sus hombros hasta acariciar el reluciente libro que tenía ante él.
-Buenos díaz, ¿Qué tal haz pasado la noche?
El elfo salió de su ensimismamiento para dedicar una dulce sonrisa y mientras cesaba el canturreo.
-Buenos días, discúlpame por no haberte ofrecido una habitación, pero como bien sabes… estaba algo indispuesto. ¿Qué tal mi joven aprendiz? Y ya que lo preguntas me encuentro bien, como siempre que puedo, tengo un as en la manga.
Dijo mientras señalaba con la cabeza un vial que contenía lo que se suponía era una poción.
-Graciaz, pero me guzta el momento de reflexión que me ofrecen laz rezacaz.- dijo devolviendo la sonrisa. -Pero a lo que no me negaría sería a un poco de agua pare refrescarme, e incluso algo de comer.
-Tienes el baño al doblar el pasillo. Te recomiendo te duches, si no lo recuerdas, mi aprendiz tuvo a bien, devolver sobre tu regazo.
-Zí, y miz pantalones eztaban recién lavadoz.
-Coge uno de los albornoces y deja que mi sirvienta los limpie mientras tú haces lo propio contigo. De hecho podrás probar uno de mis artefactos que uso para el agua esté siempre caliente… eso sí, no lo vacíes del todo o me lo estropeará.
-Graciaz.
El semiorco se giró, e hizo lo que se le indicó, tras un largísimo baño, limpiar y desenredar sus greñudas melenas. Se dejó llevar por los lujos del elfo y se puso el único albornoz que no se rompería con la mera idea de estar sobre su cuerpo, curiosamente pareció holgarse cuando éste lo ajustó a su cintura. Lo había visto antes con armaduras, así que porque lo hiciera un trozo de tela no iba a sorprenderse. Aprovechó la situación para recortar sus uñas de manos y pies, limarlas e incluso perfumarse un poco las axilas. Acabando con una profunda limpieza de orejas, que lo llevó a concluir:
-Me ziento raro, hazta creo que ze me han afilado laz orejaz. -pensó mientras salía al pasillo. Su ropa no estaba allí, pero sí una nota que lo invitaba al comedor indicándole como llegar hasta él.
No le sorprendió ver una enorme sala sobriamente decorada con tapices y decenas de armas. En la gran mesa central y usando sólo parte de ella, se disponía un amplio banquete; en la cabecera su anfitrión esperaba con un libro en las manos, la silla más próxima y a su derecha se movió sola sin hacer ruido invitándolo a sentarse. El elfo dejó su libro a un lado mientas se colocaba en una postura más correcta.
-¡OH! Amigo mío, debes de ser el semiorco más limpio de la historia.
-Es agradable sentirse recién lavado. -dijo conteniendo su fuerte acento orco
El elfo, entre carcajadas, destapó la bandeja donde se encontraba un suculento plato de algún tipo de ave. Tras una copiosa comida y que el invitado del elfo se retirase a su domicilio, la pareja comenzó a idear planes para su búsqueda. El primer movimiento sería conseguir un clérigo que les acompañase, suponían que alguno que sirviese a un dios de la justicia sería de los más fáciles de convencer para tal gesta. Claro, este tipo de clérigos cuando se volvían poderosos, también lo hacían en su escalafón social, llenándose de compromisos y dejando las aventuras a un margen. Así que tampoco decidieron descartar la posibilidad de uno del dios de la fuerza. Tras acordar la ruta y las preguntas y respuestas que debían dar, se vistieron y aprovecharon las últimas horas de luz.
La tarde no había sido muy provechosa en cuanto a la búsqueda de un clérigo como aliado, pero sí sirvió para encontrar un par de mudas que arreglasen las pintas de Grimor haciéndolo parecer algo más formal. Y esa noche, la pareja se recogió a cenar y beber algo en una taberna algo más modesta que la de la noche anterior. A última hora, antes del cierre, una semielfa tañía una lira con una lenta y triste canción de amor. Al´elthanor Berind´duem Ortheim exhaló un suspiro mientras enredaba uno de sus dedos en la melena, clavando su mirada en la figura de la mujer. Una vez ésta hubo terminado, el elfo subió a la tarima y tras concentrarse tejió un complejo hechizo que llenó la estancia de una alegre música tocada por un grupo de fantasmagóricos músicos, los asistentes al espectáculo casi sin poder resistirse comenzaron a bailar y hacer palmas; entre todo este jolgorio el mago aprovechó para escabullirse de la taberna con expresión lastimera, mientras su compañero lo seguía con una respetuosa distancia prudencial. El fin de esta noche no fue tan alegre ni mucho menos, pero Grimor apuntó para sí sonsacarle algo cuando gozasen de mayor confianza. En esta ocasión, durmió en una habitación de invitados, mucho más acogedora.
I see U in battle
No sabía que esa canción saliera en Este Chico es un Demonio (en cual de las 15?). A mí me encanta, no sé porqué, pero me encanta.
ResponderEliminarMe ha gustado. Aún queda mucho por saber de él.
ResponderEliminarHe tardado, pero ya he leido desde el principio y tiene buena pinta, muy buena a decir verdad. En espera de la continuacion...
ResponderEliminarun saludo