Undécima Jornada
El gremio
volvió a requerir mis servicios para trabajar con los portales.
Buscaban una forma de abrirlos a otros lugares; ensayo y error,
básicamente. A muchos nos mantenían alejados de la guerra que se
desarrollaba en aquel lugar, alegando que no era asunto nuestro. Se
ve que no quieren la ayuda de Tyr, dios de la guerra, así que estuve
bastante aburrido con esos experimentos. Conociendo ya las bases para
abrir los portales más frecuentes, así como crear una gema para
abrirlos poco más podía hacer por allí. Lo más importante es que
he mejorado mucho en el ajedrez dramático que juego con Eonus.
Así, entre
jornada de tedio y jornada de tedio, apareció un reclamo en el
tablón de anuncios que me reunió con mis compañeros de armas
—Crufiwuë, Brakar, Harald— y dos nuevas incorporaciones: Dara,
la segunda mujer que admitía el gremio —me planteo si son tan
necios de aplicar políticas machistas en la admisión de nuevos
miembros— y Esterben, un hechicero nacido de la falta de sentido
común. La pagadora era alguien ajeno al gremio, la capitana Valeria,
que buscaba valientes para atravesar las tierras muertas. De no ser
por la presencia del hechicero Estela, la inconsciencia de Valeria me
llamaría mucho más la atención.
Con un
magnifico plan de avanzar en línea recta y a ciegas, Valeria se
creía en posición de prejuzgar a mis compañeros —supongo que mi
sangre azul o, simplemente, mi condición de clérigo frenaron su
lengua—. Casi lo olvido, todo esto con la bendición de Heironeus y
sus clérigos del valor —el valor de unos pies rápidos supongo—.
Así que, con una larguísima comitiva, caminamos sin mejor plan que
ir en línea recta por un páramo de cenizas envueltos en una niebla
increíblemente densa, que incluso dificultaba poder oír con
claridad.
Así dimos,
sorprendentemente, con la torre de Ahm —el primer gran ilusionista
de los hombres, tras liberarse del yugo de los elfos—. El lugar no
solo se encontraba conservado en perfectas condiciones, sino que
estaba habitado por unas gentes que semejaban ser autómatas.
Antes de
seguir voy a aclarar que la brevedad con la que trataré el tema se
debe a que una transcripción completa de las conversaciones
resultaría impracticable.
Allí
conocimos al supuesto Ahm, digo supuesto porque debería ser un
hombre de casi mil años de edad, y comenzamos a indagar por el
lugar. Muchas conversaciones después y la vigilancia de un “viejo
amigo” —vino de polizonte— por mi parte. Causando cierto caos
acabamos por desmontar la ilusión del lugar.
Insisto, soy
así de escueto porque la gran parte de las acciones y conversaciones
tuvieron lugar de formas simultáneas haciendo que no estuviese
presente en su mayoría, y no porque quebrar un hechizo de tal poder
nos resultase sencillo, no se debe subestimar la obra de Loki.
Nos vimos
abriéndonos paso hasta el sótano de la torre, ahora en ruinas, para
hacer frente a lo que quedaba de Ahm. La lucha fue atroz, diferentes
sabuesos infernales acudieron al combate y descubrimos por la vía
dura que Ahm no solo dominaba las artes arcanas sino que era un
guerrero muy capaz. Como dije, Loki sabe muy bien a quién hace
enloquecer para que lo sirva, pues Ahm era víctima de la locura.
Mientras,
nosotros seis dábamos muerte a los sabuesos del infierno y
lográbamos apresar a Ahm, algo que casi cuesta la vida de mis
compañeros. La veintena de siervos de Heironeus fueron masacrados en
una victoria pírrica contra otros dos de esos sabuesos. Como ya he
dicho, no todos los dioses pueden proteger a sus siervos como lo
hacen los hijos de Odín o, en mi caso concreto, Tyr.
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