Aprieto mi R4 contra el pecho y dejo que mis manos cambien el cargador, mi
mente está analizando la situación. Estoy a unos tres pisos de altura sobre el
canal, lo sé por el olor y porque puedo oír el zumbido de los neones. Hay un
puente cada cien metros y todas las barandas son de hormigón. Mi objetivo se
encuentra en la otra orilla, es el ultimo de mis blancos, cuando lo tengamos la
recompensa será muy jugosa y me iré de vacaciones. Somos dos, así que solo
tengo que rodearlo; espero que se rinda.
La voz del Sr Cangrejo me devuelve a la realidad; el humo de los respiraderos
de este monstruoso bloque urbano se alza rodeando el pútrido canal, apenas hay
una bombilla que funcione sin titilar y la luz de los neones tinta todo de
colores eléctricos.
Le indico por gestos que voy a
rodear al tirador, quien cada poco tiempo asoma su arma y descarga dos
disparos. Es un sub-fusil compacto, seguramente una MP7 por la cantidad de balas que dispara sin tener que recargar.
Me encorvo y camino con la cabeza
agachada. El puente al que me dirijo no está lejos pero el sudor bajo las
protecciones me irrita la piel y apurar el paso tan encorvado resulta
desagradable; no importa, me voy a pasar una semana en un lugar agradable
bebiendo cosas sabrosas y tomando el sol.
Finalmente, alcanzo el puente. Aminoro,
controlo mi respiración, me llevo el arma al hombro y antes de disponerme a
girar la esquina meto el dedo en el gatillo.
Para mi sorpresa, lo que veo es un
pequeño brazo mecánico que, a intervalos irregulares, descarga el arma. Escucho
a mi espalda un arma silenciada; luego, una punzada en el cuello y pierdo el
conocimiento.
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