Primero abro un ojo; no veo nada
interesante, así que dormiré un poco más.
Me despierto para bostezar
ostentosamente, estiro todo mi cuerpo y retozo entre los cojines de mi lecho.
No sé qué momento del día es, pero tengo hambre; ¿dónde estará mi esclavo?
Salto de la cama y camino por el
pasillo en silencio, me asomo a la ventana y dejo que pase el tiempo; la verdad
es que el Sol es muy agradable, voy a tumbarme un rato.
Salgo al jardín —qué bien se está aquí— y me estiro al Sol mientras veo pasar las máquinas de
los esclavos. ¿No pueden ser algo más silenciosos? Normal que sean tan torpes
para todo; es evidente el por qué siempre hay que estar detrás de ellos para que
hagan bien las cosas. Incluso castigarlos físicamente cuando se ponen pesados
es necesario; ¿no se dan cuenta de que no quiero que me masajeen todo el
tiempo?
Entro nuevamente en la casa. Otra vez
han dejado el agua cenagosa, tendré que beber del grifo. Si lo hicieran bien...
no sé por qué les parece tan mal.
El loco de mi vecino da voces a la
máquina del esclavo, es tan ruidoso... Nunca se entiende una palabra de lo que
dice; parece que habla al revés y, además, es estúpido.
Acabo por salir para ver qué sucede.
¡Mi esclavo está tendido en el suelo! Lo huelo, le doy golpecitos con la cabeza,
lo lamo y me subo sobre él; incluso lo muerdo. Trato de comunicarle al perro
que busque a su esclavo, pero no comprende mis maullidos.
Alertado por el alboroto acaba por
aparecer; ese mono sin pelo salta la valla y corre a auxiliar a mi humano.
—¡No te mueras, esclavo! —le
grito—. ¡Eres mi mejor amigo! ¡No, por favor!
Me encantó <3
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