El crepitar del cigarrillo, el crujido
del papel bajo el trazo del bolígrafo.
Las manos vuelven rápidas al teclado,
comienza una rápida sucesión de crujidos mecánicos.
—Suena como una ametralladora —caer
en el tópico—, una ametralladora cargada con la letal verdad.
Una nueva ráfaga de palabras mancilla
el blanco virginal del folio, el tañido del fin de línea, el golpe
seco del nuevo renglón. El silencio de la reflexión, un nuevo
crepitar del pitillo y un suspiro gris de humo.
El sonido obsceno del café al pasar
entre los labios, el entrechocar de la porcelana cuando la taza
vuelve al plato. Un nuevo trazo sobre el papel y el repicar del dedo
desprendiendo la ceniza.
La última descarga de golpes sobre la
tinta, el ronroneo de la salida del texto, —¡ja!— la carcajada
ahogada de soberbia de quien termina su trabajo y se siente
orgulloso.
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