miércoles, 22 de septiembre de 2010

369

            Deslizó sus pálidos dedos por sus labios perfectos, negros como la noche. Arrastrando las uñas lentamente, también negras y levemente largas. Frotó sus dedos con el pulgar mientras con sus hermosos ojos negros miraba atento el gesto. Devolvió la mirada a su interlocutor y esbozó una sonrisa perversa.
            —Crees que me tienes, pero sigo siendo más listo que tú.
 
            Separó los labios mostrando las perlas que formaban su dentadura, casi brillaban con la abundante luz de la estancia. Humedeció su labio superior lentamente mientras entornaba los ojos.
            —¿Y que harás? Estás lejos de tu hogar, aquí no eres tan fuerte y la prisión te mantiene anclado.
            —Sigo pudiendo pensar —deslizó su mano por su larga y lisa melena para colocarla—. Hablar y lo más importante... ganar.
            —Permíteme que lo dude, nadie vendrá a rescatarte. En poco tiempo nos habremos alejado sin vuelta atrás —se concedió un sonrisa triunfal—. No demonio, hoy tu ingenio no te librará de tu destino.
            —Eso lo veremos —dijo acercando su cara a los barrotes de la jaula.

            Asimilard se sentó en el suelo apoyándose en los barrotes opuestos, apretó los nudos de sus botas, estiró los brazos aferrándose con fuerza y se puso de pie rápidamente. Comenzó a chascar los dedos marcando un ritmo rápido y a tararear una melodía que solo estaba en su cabeza.

            —No te molestes, ahí no tienes espacio.
 
            Tamiel cruzó sus brazos sobre el pecho. Era una figura imponente. Su piel, morena. Sus brazos, fuertes. Su armadura, brillante. Sus emplumadas alas lucían con una pureza sin igual. Giró sobre sus talones y observó la inmensa espesura de los bosques que se extendían a los pies de la montaña. Las marcas de la lucha que hacía poco se había desempeñado eran realmente tenues. Giró la cabeza y, con los ojos brillando de felicidad, vio la jaula abierta mientras el demonio bailoteaba de forma obscena, tomando su espada como pareja. Se volvió al instante mientras desenvainaba.

            —¿Como?
            —Bailando... y… el viento hizo volar el polvo de plata que sellaba mi celda.
            —Imposible, me asegure de que ni una gota de aire soplase.
            —La verdad es que es muy divertido —dijo tres rápidas vueltas sobre sí, terminado en pose erguida, humedeció su pulgar y luego froto un pezón de su pecho desnudo—. Así.
            —Si ni siquiera as levantado el polvo que pisas...

            Asimilard sonrió pícaramente, y entre dos de sus dedos mostró una larga pluma manchada de plata.
            —Como decía, bailando y con ayuda del viento.

            El ángel miró a su alrededor, durante la pelea había perdido algunas plumas de sus alas que, al no haber viento, permanecieron en su sitio. Por ser suyas podían cruzar el escudo mágico y usarse para borrar los símbolos que lo cerraban.

            —No importa, demonio, tendré que entregarte muerto.

            El filo de plata se envolvió en llamas de luz y cargó a por el demonio, quién colocó sus pies en guardia y la cerró con su espada envuelta en un humo gélido.
 
            Tamiel, era mucho más hábil que él con la espada, nunca podría derrotarlo en una lucha igualada y menos tan alejado de su fuente de poder. La mente de Asimilard funcionaba como un rayo mientras sus manos desviaban un sin fin de estocadas y cortes que lanzaba el incansable.

            El bastardo brincó sobre una roca alejándose de su oponente. Cerró un instante los ojos y de su espalda brotaron alas de murciélago.

            —Me lo concederás, así será más igualado.
            —Adelante, si crees que con eso tendrás alguna posibilidad.

            El demonio saltó para atrás dando una impresionante voltereta y quedó suspendido en el aire moviendo sus alas, bajó la espada y llamó al ángel con dos dedos. Éste, sin pensarlo, se impulsó hacia delante con una fuerza imparable, a la par que daba un giro con su hoja directo al cuello de su adversario quien se dobló como una serpiente mientras que con su rodilla golpeaba la ingle del ángel volviéndolo contra el suelo. Antes de estrellarse, el incansable se retorció en el aire y aterrizó frenando con los pies. Hechó una mano a tierra y se incorporó. Un rizo dorado brillaba en su frente.

            —Sabes que a diferencia de ti, ese no es un punto débil.
            —Si, pero yo tendré hijos.
            —Déjame que lo dude.

            El bastardo aleteó unos metros para ascender.

            —Acabemos con esto, santurrón.
            —No sabes cuantas ganas tengo.

            Tamiel aferró con fuerza su espada y se lanzó a la carga con un potente grito, pero se dio de bruces contra una fuerza impenetrable. Lanzó una fiera tanda de cortes para solo conseguir quebrar su filo. El incansable miró sorprendido los restos de su fiel espada mientras caían sobre el vacío. En ese momento noto como un cruel y helado acero lo atravesaba de parte a parte por la espalda.

            —¿Cómo? ¡Asimilard! —dijo sin fuerza en la voz mientras un hilo de sangre corría por sus doradas mejillas.
            —Pensando a lo grande, toda la montaña estaba encerrada en una cúpula.
            —¿Por qué, te dejaste atrapar? —mientras aferraba la hoja que salía de su pecho y una lágrima caía de sus ojos.
            —Solo fue un cebo.
            —No, no es justo... esto no debe acabar así. 
            —Tampoco nuestra existencia lo es hermano.
 
            Giró el acero en las entrañas de su sangre y lo extrajo con un gesto seco. El cadáver sin vida cayó sobre la montaña, y allí por donde la sangre pasaba la vida brotaba con fuerza, mientras en el horizonte las nubes cerraban la luz del sol dando paso a un infinito invierno.

            Asimilard tomó tierra junto a su hermano, limpió su hoja, la devolvió a su vaina y se marchó caminando. Ahora el sería el soberano.

2 comentarios:

  1. Sin que sirva de precedente, habría preferido que ganase el ángel, no sé, el demonio ese me cae mal... muy mal. Tanto en su victoria como en su muerte, me gustan más las escenas de Tamiel que las de Asimilard.
    Resurreción de Tamiel ya!!

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  2. La eterna lucha entre angel y demonio... el bien y el mal... nuestro buen lado versus el malo...
    El bien es tan necesario como el mal ( y a veces más divertido...)
    El mal es solo un punto de vista... un error de perspectiva

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