miércoles, 3 de septiembre de 2008

Cronicas de Mortiel. I

Hoy empezare con las crónicas de Mortiel, que ya ah vivido mucho y no es plan. Pero bueno, aquí os dejo su versión de la historia.

Hola querido lector, permitid que me presente, soy Mortiel, explorador, atleta y superior espadachín. Ahora me dispondré a contaros mis aventuras con un grado de veracidad elevado. Pues la verdad puede herir a más de un oído y yo no soy de los que hiere sin intención.

Comenzaré por mi niñez, hace ya dieciocho largos años fui a nacer en las lejanas tierras de Tomer, que por aquel entonces estaban regentadas por el gran Rey-Liche, Camelor II. El cual ha sido destronado en los últimos años por un grupo de aventureros en nombre de la justicia y el bien. Creo que su planteamiento no era tan erróneo sobre cómo crear una nación más fuerte. Pero esa no es la historia, aunque los acontecimientos de la patria siempre pesan en el corazón de los buenos plebeyos. Más adelante explicaré por qué perdí mi patria y por qué no puedo volver.

En un pequeño pueblo de la región sur oriental tomé mi primer aliento, ya desde ese momento y probablemente por la marcha y desaparición de mi padre mi madre no fue cariñosa conmigo, mis hermanos simplemente se negaban a tratarme como alguien de su sangre. Con apenas seis años sólo recibía atención de los pueblerinos para ser insultado o algo peor. Así que un buen druida decidió adoptarme, bueno... mi madre me vendió a buen precio.

Este amable caballero me instruyó en nociones sobre cómo usar las plantas para crear diferentes sustancias, a ser sigiloso como los felinos y en definitiva ser un ente del bosque, entre otras cosas. A los doce años regresé a mi pueblo, donde fui recibido como era costumbre. A la noche vertí en el pozo una leve cantidad de un potente veneno, luego esperé paciente en la plaza a que cayeran todos, lenta y magníficamente todos pagaron por sus afrentas. Mi madre que siempre dormía hasta tarde, gritaba desesperada al ver a sus cinco hijos sufrir convulsiones y morir. No quería interrumpirla así que esperé a que comenzase a culparme... ¿sabéis? no tardó nada, algo menos que en comprender que aquel frío que sentía en el vientre era una daga que le había clavado. Me senté a la mesa y disfruté de su lenta agonía, mientras le contaba lo que había hecho. La muy zorra intentaba convencerme de que me perdonaría, que me quería y que la salvara.

Tras esto cambié mi aspecto, ropas y me llevé esa flamante espada ropera del jefe de la guardia. Viajé por los bosques hasta una gran ciudad. Allí no tardé en convertirme en unos útiles ojos para la guardia de la ciudad, ¿en serio creéis que me importaba que fuesen un grupo de no-muertos? Pagaban bien y me instruyeron en el uso de las armas, así que tomé una armadura de cuero y otra espada. Decían que con mi destreza me iría mejor combatiendo con dos... la verdad es que iba bien. Todo se complicó cuando un par de años después a eso de los catorce, un mercader Drow me encontró donde no debía, así que me tomó como esclavo, como compensación por las molestias.

Me llevó a una de sus ciudades subterráneas y allí me subastó. Me fue a comprar una sacerdotisa... así que me tuvo seis meses de chico de los recados, seguía teniendo un buen oído y un don para manipular a la gente, así que fui una buena herramienta para ella. Cuando descubrió mis habilidades para hacerme pasar por otros me pagó un buen equipo y comenzó a encargarme misiones para su ascenso en la corte. Yo comencé a seducirla y se ve que viceversa, así que también me tomó como juguete sexual; bueno, no era exactamente lo que pretendía, pero me permitía acceder a conocimientos escondidos a otros. Así transcurrieron unos diez meses, ya era un hombre casi adulto y bien posicionado para ser un esclavo. Todo se fue a la mierda cuando un grupo de enanos arrasó la ciudad, mi "dueña" por aquel entonces me amaba, y en cierto grado yo también, supongo que ser la única que no me miraba con desprecio algo me afectó. Cuando sucedió el ataque, a ella la tomaron como prisionera y yo pude huir, seguí a la compañía enana hasta la superficie donde entregaron a los Drow a la justicia de Camelor II, al parecer habían estado en una guerra oculta o algo así. Bueno, tampoco me importó, le prometí que escaparíamos así que por la noche la liberé.

Por si no lo habéis deducido, escapamos por los pelos perseguidos por una horda de horrores nigrománticos. Por motivos evidentes tuvimos que separarnos otra vez, ella debía vengarse y yo huir. Así que tomé un largo camino hasta la costa occidental del continente y allí un barco. Conmigo sólo llevaba un par de aceros, una armadura de Mithril recuerdo de mi bella "amada" y otra estúpida promesa... ¡qué ingenuo por mi parte decir que no conocería a más mujer que ella y que volvería!

Bueno, en el fondo me gusta mantener mi palabra.

Pero por hoy ya es mucho, otro día te contaré qué me aconteció al cruzar el océano.


I see U in Battle.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado. Es un pocomás explicito si no recuerdo que la que me habias contado al principio de la cronica. Pero sin duda más de uno se divertirá leyendo las andadas de Mortiel y Marta..y bueno xDD he perdido la cuenta.

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